
A hierro tocado
Por Eduardo Milan

-No sé que fue antes o después. Pero hay dos modos de escultura en el trabajo de Paul Nevin: una que conjetura el vacío y otra que se le aproxima con un gesto de llenarlo. Conjetura el vacío: una forma de Nevin de abordar el vacío en su sinuosidad, sinuosidad se diría, femenina. Pero eso sólo en vías de conformar circularidad, óvalo, redondez.
La conjetura da una vuelta, rodea, redondea lo que siempre se le escapa. Lo que se escapa sienta plaza de marca: el círculo no cierra. Trabajar el vacío a círculo abierto es una paradoja de la forma que sólo un arte elaborado en su esencia revela. La levedad debe imponerse sobre un material brutalmente opuesto.
Poéticas contrapuestas de la levedad, una especie de brisa laica, y la de hierro, un todo-presencia que amaga -salvo por los devaneos del polvo y el paso de los años que son lo mismo, pero antes- fundar un aquí en todo lugar donde aparece. Una levedad sin decaer, sin deponer su sustancia frágil, algo así como un sobrevuelo.
Paul Nevin no trabaja a hierro forjado: trabaja a hierro tocado, el efecto, el resto, lo que deja la levedad cuando abandona al hierro.